Pues por ahí van los tiros cuando tengamos nuestra cartera virtual y la rellenemos con transferencias de nuestra cuenta de la Caja de Ahorros de Murcia. De mi cartera virtual podré hacer una transferencia automática a mis retoños erasmus por una misérrima comisión a los mineros del sistema blockchain que verifican el proceso. Y sería igual de fácil que los retoños cobraran el aguinaldo de la cartera virtual de los abuelos, o que los universitarios inmigrantes en Estados Unidos recibieran multitud de pequeños pagos de toda la familia desde la India para ayudarles a seguir adelante. Ese es el uso honesto del blockchain. Todo quedaría registrado en contratos inteligentes –una pila de letras y números que, en plan avatar, verifica nuestra identidad-. Pero claro, si dejamos rastro de nuestra vida en Facebook, imagínese el camino de vuelta con las “miguitas” que dejan estos contratos súper seguros: no se podrá pagar en negro la factura sin IVA del fontanero, ni tener cajas B, ni desviar dinero de los cursos de formación para parados.

A la larga, la tendencia final será que toda nuestra pastuqui figure en la cartera virtual, con lo cual el Banco de España sabría directamente cuánto dinero tenemos sin necesidad de bancos intermediarios, así que prescindiríamos de todo el personal de banca. Antes de que el tsunami les coja en paños menores, últimamente todos los bancos y aseguradoras están firmando alianzas secretas mundiales.

También surge algún listillo que utiliza el blockchain para gestionar las remesas de los inmigrantes analfabetos: ellos le entregan el salario para que les pague directamente las facturas de la familia en Bangladesh o en Filipinas, en lugar de confiárselo a “amigos” que les llevan el dinero a casa y por el camino se cortan una tajada del 10%. En realidad el empresario listillo invierte los paupérrimos salarios en bitcoins, estas suben de valor, y entonces vende una o dos moneditas bitcoins para pagar las facturas que le han encargado. Me inquietó que recibiera un premio a la innovación empresarial y se lo consulté a un ingeniero de banca: “¡Pero qué me estás contando! Anda, que si se entera El Chapo, y empieza a invertir sus alijos en bitcoins, ¡menudo lavado de dinero!