Tengo el coche preparado, con el tanque a tope, el traje colgado en la percha y estoy lista para la cabalgada de 160 kilómetros. Una horita y media y me planto lo más cerquita posible para ver a Elon Musk. Aunque menudo día, de la posibilidad de lluvia en carretera, que es de una en 365 días, las previsiones dicen que toca hoy. Elon está aquí para hablarnos de sus ideas en plan Toni Stark. Iron Man no se trae a su novia Pepper ni a Capitán América consigo, tampoco vienen el Increíble Hulk, ni Ojo de Halcón, ni la Viuda Negra, ni la rara esa que hace de Bruja Escarlata. Así, en plan Avengers o Los Vengadores -según gustos-, sólo viene él, pero el de verdad, no el de Marvel.

Parte de nuestra cibervida se rige ya por los designios de Elon Musk y la influencia del cofundador de PayPal, Tesla, SpaceX, Hyperloop y OpenAI seguirá aumentando en los próximos años. Me muero de ganas de hacer Abu Dhabi – Dubai en el cohete ese, pero lo de viajar a otras colonias se lo dejo a otros pasajeros como Jennifer Lawrence y Chris Pratt, y lo de colonizar en plan marciano le va más a Matt Damon, que le quedan bien las escafandras.

Pero volvamos a Elon. El hombre que inspira el personaje de Iron Man aparece como segundo ponente en la lista de la Cumbre de Gobierno del Mundo (suena un poco rimbombante, y en inglés más todavía: World Government Summit), por detrás del vicepresidente de Emiratos Árabes Unidos y por delante de la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del presidente del Banco Mundial (BM).  Ahí es nada. La Cumbre convoca a gente de todo el planeta que pueda hacer algo para salvar a la Humanidad de ella misma, pero la presencia de este visionario y filántropo multimillonario coincide con otra decisión: Emiratos acaba de anunciar una reforma migratoria para atraer a profesionales consagrados y aquellos que todavía no lo están, pero lo estarán. Mientras otros países suspenden la entrada de extranjeros, aquí aseguran de manera organizada cómo seducir y mantener a los creadores del futuro con recursos financieros, físicos y legales para que sus innovaciones, sus patentes y sus pymes sean productivas. Poco importa la nacionalidad. Qué elegancia, ¿verdad? Lo he dicho sin nombrar al señor rubio al que José Mota dedicó su programa de Fin de Año en TVE. Es cierto que las verdades duelen, pero en España se tendría que comenzar por hacer bien los deberes antes de dar este salto en el vacío, habría que volver a empezar de cero.

Y yo, para volver a casa después de la conferencia, más que un coche necesito el traje volador y un par de guantes, así, en plan Iron Man. Qué dirán mis hijos cuando me vean entrar.